INTRODUCCIÓN
En la tarde del Viernes Santo hemos tenido la celebración para conmemorar la muerte del Señor Jesús en la cruz. Hemos comenzado en silencio, porque ante el sufrimiento o la muerte del inocente no hay palabras. Ante la cruz, la de Jesús y las nuestras, hacemos silencio, para que venga Dios y sea Él, con su palabra poderosa, quien nos ilumine y nos dé la paz interior, nos descubra el sentido de la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Que este tiempo de oración nos sintamos en profunda comunión ante la cruz.
Canción: Adoraré tu humanidad
Adoraré tus pies heridos,
tus pies de mensajero
que traen la paz,
que traen la paz a mi corazón.
Estribillo
Yo adoraré, Señor,
y abrazaré tu cuerpo herido.
Yo adoraré, Señor,
y abrazaré tu Cruz,
tu humanidad, tu humanidad. (2)
Adoraré tus rodillas
que soportaron mis caídas
y se doblaron,
y se doblaron ante mí.
(estribillo)
Adoraré tu rostro herido,
tu semblante sin hermosura.
Y en cada espina
de tu cabeza veré a mi Dios.
(estribillo)
ESCUCHAMOS LA PALABRA
LECTURA
Escuchemos con atención este cántico de los primeros cristianos que aparece en la primera carta del apóstol san Pedro.
Y se proclama la lectura (1Pe 2, 21b-24):
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que muertos al pecado vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO 30
(Breve introducción)
En el sufrimiento, en la enfermedad y en la muerte no estamos solos. Él es compasivo, padece con nosotros, a nuestro lado. Ha enviado a su Hijo al mundo precisamente para eso. El sufrimiento hecho ofrenda se hace redentor, salva al mundo, a los demás. Entrar en la voluntad de Dios y aceptarla. Porque él nos prometa la felicidad que no se acaba. Nos promete el perdón y la paz verdadera. Rezamos como Jesús en la cruz, con sus mismas palabras:
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
ven aprisa a librarme,
sé tú la roca de mi refugio
un baluarte donde me salve.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A tus manos encomiendo mi espíritu,
tú el Dios fiel, me librarás.
Yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios”,
en tu mano están mis azares.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
MOMENTO DE REFLEXIÓN
Mis propias heridas y cruces
Repaso en mi interior las heridas y cruces que llevo aquí y ahora, las que acumulo en mi día a día, las que veo a mi alrededor, las que cargo en mi vida, con las que me pongo delante de la cruz en este momento. Repaso cuáles están bien cicatrizadas, cuáles todavía duelen, cuáles están mal curadas, por cuáles sufro más viendo el mundo que nos rodea… (Un momento de silencio)
PASIÓN DEL SEÑOR
Contemplemos ahora cómo Jesús hace de su muerte una ofrenda. Él es el Cordero de Dios que se entrega al sacrificio cargando con nuestros sufrimientos y dolores, con nuestras contradicciones y temores, con nuestros pecados. Y los transforma en vida eterna.
Se proclama la pasión (Jn 19, 1-3. 5-6. 13-15a. 16-19. 28-30. 38. 40-42)
Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron a la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura, y acercándose a él le decían: − «¡Salve, rey de los judíos!» Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.» Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «Éste es el Hombre.» Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Pilato, al oír estas palabras sentó a Jesús en el tribunal, en el sitio que llaman “El Enlosado”. Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: − «¡Aquí tenéis a vuestro rey!» Ellos gritaron: − ¡Fuera, fuera; crucifícalo!» Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “De la Calavera”, que en hebreo se dice “Gólgota”, donde lo crucificaron; y con él a otro dos, uno a cada lado, y en medio Jesús. Y Pilato escribió un letrero, y lo puso encima de la cruz. En él estaba escrito: «Jesús el nazareno, el rey de los judíos.» Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, dijo: «Tengo sed.» Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: Está cumplido.» E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Se hace un momento de silencio y se apaga la vela.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el lugar donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Se tiene un momento de silencio, interiorizando lo escuchado y contemplando la cruz.
Se puede cantar:
Al contemplarte en la cruz
Siendo Dios, fuiste tan humilde
Hombre Tú te hiciste, traicionado y rechazado
Siendo Dios, tomaste mi lugar
Cargaste en tus hombros
mis heridas y pecados.
Fue por mí, te entregaste
Para darme vida nueva
y rescatarme
Al contemplarte en la Cruz
Al contemplar tanto amor
No puedo más que adorarte
Mi vida entregarte
Al contemplarte en la Cruz
Al contemplar tanto amor
No puedo más que adorarte
Mi vida entregarte
Jesús, Jesús
Siendo Dios, tomaste mi lugar
Cargaste en tus hombros
mis heridas y pecados
Fue por mí, te entregaste
Para darme vida nueva
y rescatarme
ORACIÓN DE LOS FIELES
Jesús, en la cruz, rezó a Dios, su Padre del cielo. Recemos ahora como él, intercediendo por todos.
R. Padre, escúchanos.
1. Oremos por la Iglesia, el Papa, obispos y sacerdotes,
religiosos, misioneros, catequistas y padres y madres de familia.
Oración en silencio.
Padre de bondad, haz que los cristianos no nos cansemos de anunciar el evangelio que nos salva.
R. Padre, escúchanos.
2. Oremos por los creyentes de otras religiones.
Oración en silencio.
Dios del cielo, haz que viviendo con sinceridad la fe recibida, todos los que creemos en ti seamos ante el mundo testigos convincentes de tu amor.
R. Padre, escúchanos.
3. Oremos por los que no conocen a Dios.
Oración en silencio.
Padre de todos, haz que los que te buscan, aun sin saberlo, te encuentren y así descansen en ti.
R. Padre, escúchanos.
4. Oremos por los que gobiernan o tienen algún poder.
Oración en silencio.
Padre providente, haz que trabajen siempre por el bien común, por la paz y la justicia.
R. Padre, escúchanos.
5. Oremos por la epidemia, por los que los sufren, los enfermos y moribundos, los que les cuidan.
Oración en silencio.
Padre de misericordia, da a los enfermos y a todos los que sufren por cualquier causa consuelo y refugio en ti; a los médicos y personal sanitario y a todos los que se dedican a cuidar de los demás dales fortaleza y ánimo.
R. Padre, escúchanos.
En este momento se puede tener un gesto de amor a Jesús y al prójimo sufriente, besando la cruz o tocándola con devoción. Podemos cantar con esperanza:
¡Victoria, tú reinarás!, ¡oh cruz, tú nos salvarás!
ORACIÓN DEL SEÑOR
Con los brazos abiertos y elevados al Padre, como Jesús en la cruz, digamos la oración que él nos enseñó: Padre nuestro…
ORACIÓN DEL SEÑOR
Hacemos un momento de silencio y trazamos sobre cada uno la señal de la cruz sin decir nada.